Cuando sonó el pitazo final, la celebración comenzaba para millones de fanáticos que estaban acompañando a Les bleus en el estadio pero mayor aún la fiesta en Los campos Elíseos y la torre Eiffel. La Bastilla estaba en Moscú y la revolución era futbolística.
Definitivamente ganó la selección que mereció llevarse la Copa, Francia por segunda vez en su historia hizo gala de un fútbol, compacto, sin atenuantes, con la inteligencia de saber medir el torneo y con una condición física envidiable. El mundial demostró que el fútbol tiene ahora un porcentaje de éxito basado en la preparación atlética y si lo endulzamos con el equipo más joven del torneo y el tacto de Deschamps para cuidar a sus jugadores con inteligencia, el resultado no puede ser mejor.
La revolución Napoleónica marcaba el final definitivo del feudalismo y del absolutismo, el Mundial de Rusia marca también la extinción de las individualidades y los esquemas románticos del pasado. El fútbol de toque corto y dependiente de una estrella da paso al juego de conjunto, al equipo, la verticalidad y la fortaleza física. Europa domina, América sigue volteando hacia atrás y hurgando en recuerdos.
El lema principal de la revolución Francesa Liberté, Egalité, Fraternité lo adopta el país galo también para el balompié y al ritmo de la Marsellesa reúne una nómina multicultural donde la mayoría de sus integrantes tienen una segunda nacionalidad o son hijos y descendientes directos de países varios: Congo, Camerún, Guadalupe, Angola, Togo, Guinea, Malí , Martinica , Marruecos o Senegal. Sólo siete jugadores de los nuevos campeones del mundo tienen padres también franceses. Definitivamente el fútbol es tan real que refleja perfectamente la idiosincrasia de los países.
El final de la aventura nos recuerda la seducción de una nación anfitriona majestuosa que entendió la necesidad de los cambios en cada época. Siguiendo con el parangón futbolístico, en lo político, económico y social; la Federación rusa ahora juega efectivo, convence y gana dejándose de retóricas y tonterías, aunque conservando y valorando su historia y cultura. Organización impecable en un país con extraordinaria disposición al cambio y al progreso, aunque unos espontáneos de oposición invadieran el terreno en el último partido y Putin no le prestara el paraguas a la empapada y guerrera Kolinda, presidenta de Croacia. Ella y su nación también fueron unos ganadores.
Francia es merecida campeona del mundo y el fútbol sintió un gran cambio: Libertad en el campoa figuras como MBappé y Griezmann para crear , igualdad con una selección sin fronteras ni racismos y Fraternidad con un ambiente envidiable en el vestuario del cual fuimos testigos.
Termina Rusia 2018 con la revelación de los chicos y con la oda a los nuevos esquemas y la tecnología como protagonista.
En el fútbol también hay revoluciones y quizá tengamos otra dentro de cuatro años. Nos vemos en Catar.